La violencia intrafamiliar también afecta a los animales
¿Sabías que los animales también son víctimas de la violencia que se presenta en los hogares?
En España existe una Organización Sin Fines de Lucro llamada Vio Pet, ellos se encargan de acoger temporal o definitivamente a los animales domésticos que han sido víctimas de la violencia familiar.
Según el Observatorio de Violencia Hacia los Animales (OVHA) de España, La doctora Núria Querol, indica que muchos agresores saben que la forma de hacer daño a su víctima va más allá de su propia persona, y están dispuestos a herir lo que ella o él más quiere: sus hijas e hijos, su padre, su madre, su perro o su gata.
"Hay documentados malos tratos en los que el agresor ha dañado, dejado sin comer, agredido sexualmente o ahogado con sus propias manos a los animales con los que convive la familia. Muchas veces delante de la propia mujer o de sus hijos, para hacerles sufrir más. Si bien el interés del animal y su sufrimiento no es relevante para las actuales leyes, al menos debiera serlo como indicativo para la prevención de la violencia a cualquier integrante de la familia".
El Observatorio de Violencia Hacia los Animales (OVHA) realizó el siguiente estudio respecto a la violencia machista:
"Desde los años 90 empezamos a recoger estadísticas relativas al maltrato a los animales en mujeres víctimas de violencia machista. En Estados Unidos, las cifras arrojan una correlación con el maltrato a animales de entre el 71 y el 86% de los casos. En España, en una muestra de 54 mujeres, obtuvimos que el 94% de ellas reflejaba algún tipo de maltrato al animal por parte de su agresor", explica esta médica, que además es consultora del FBI para este tipo de casos.
No es una realidad que pasen por alto los profesionales que tratan a las víctimas, pero muchas veces no encuentran mecanismos con los que paliar esta situación. "En nuestro trabajo diario es fundamental atender no sólo las necesidades básicas (de alojamiento, alimentación, económicas), sino también conocer, comprender y abordar las necesidades emocionales. Para muchas personas ese vínculo con un animal de otra especie es uno de los ejes fundamentales de su vida", explica Patricia Ballester, técnica social en Zaragoza, quien añade que el problema está sobre la mesa desde hace mucho tiempo.
"Mujeres víctimas de violencia de género para las que sería necesario acceder a una casa de acogida y no lo hacen por no dejar a sus animales con su agresor; personas mayores que no pueden mantenerse en su domicilio y que retrasan la entrada a un centro residencial porque no pueden ir allí acompañadas de su animal; transeúntes a los que se les niega la entrada en un albergue por ir con su perro y que prefieren pasar la noche a la intemperie con temperaturas bajo cero antes que separarse de él; o personas con enfermedad mental que necesitan un internamiento hospitalario en periodos de crisis y se niegan a ingresar porque entonces nadie podrá cuidar de su gato", enumera Ballester. Tiene claro cuál debería ser el papel de los Servicios Sociales en este asunto: "Ser capaces de comprender cuáles son las necesidades de estas personas y ponerlas en valor es fundamental para no fracasar en nuestra intervención".